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Pasado, presente y futuro… Todo
se mezcla para formar un laberinto de recuerdos y fantasías del que nuestra
mente es el único dueño. Un abanico de delirios que nos domina sin descanso
para dar un sentido lineal a nuestras vidas.
Así se sentía Marc; joven para
saber demasiadas cosas y viejo para poder pintar más ilusiones en su vida.
Marc, que moraba en una modesta
cabaña, alejada de cualquier distracción proveniente del mundo material,
meditaba sin descanso en la profundidad del tiempo y de la mente. Se sumía en
largas visiones sobre un mundo creado por la suma de fraudulentas realidades fabricadas
por un ego, por una individualidad, que verdaderamente no existe.
Marc, que a lo largo de los
años se había dado cuenta de lo absurdo de este mundo, se concentraba
diariamente en encontrar una salida dentro de la trampa de la mente. Una
ventana abierta hacía algún lugar que no fuese él mismo.
Pero esta importante tarea, que
en muchas ocasiones se tornaba ardua y agotadora, empezó a verse interrumpida por
un extraño sonido que parecía ser un susurro que se colaba entre los árboles
del bosque dónde Marc realizaba sus sesiones.
Estoy demasiado cansado – Solía decirse – El
agotamiento me confunde.
Pero el susurro se hacía cada
vez más intenso, y cuando abría los ojos, desaparecía, se esfumaba como un
sueño al despertar.
Una tarde, en la que la Luna se
había hecho presente antes de tiempo, Marc se propuso encontrar el origen del
misterioso susurro. Cerró sus ojos, se concentró en su respiración, se imaginó
así mismo relajado y en paz, y se sumió en un estado vacuidad que muy poca
gente es capaz de lograr… y ahí estaba de nuevo, el susurro.
Quizá me esté quedando dirimido – pensaba –Quizá no sea más que un sueño.
Abrió los ojos y desapareció.
Miro alrededor, pero era
difícil identificar de dónde provenía el sonido, ya que parecía hacerse eco por
todas partes.
Volvió a cerrar los ojos y a
buscar la claridad de su mente. Respiró, se concentró y sitió como el aire entraba
y salía por sus fosas nasales.
El susurro empezó a oírse en
algún lugar entre los árboles. ¿Qué decía? ¿Qué susurraba? Marc no lograba
distinguir palabras concretas, solo un hilo de voz.
Sin abrir los ojos, decidió
levantarse y buscar a tientas el origen del murmullo. Palpaba los árboles, las
flores, el musgo…Temió pisar a alguna criatura en su ceguera.
De repente, al sentir el
contacto directo de todo lo que tocaba, se dio cuenta de la belleza y solidez
que tenía todo lo que le rodeaba. Se percató de un mundo desconocido hasta
ahora, de una realidad alejada del engaño de la vista.
El susurro se hizo ahora mucho
más fuerte, más intenso y audible. Era como un latido constante, como un
corazón enorme que latía por todas partes.
Se dio cuenta el meditador de
que aquel sonido era el ruido de la vida, del universo, de él mismo, y de que
él formaba parte de todo al igual de que todo formaba parte él.
Los que fueron en su busca
nunca le encontraron. Pensaron que había muerto, pero no hallaron cuerpo alguno
por los alrededores.
Aquellos que meditaban como él,
llegaron a la conclusión de que Marc había conseguido por fin escapar de su
mente, pero, ¿qué significaba eso? ¿La muerte? ¿Y qué era la muerte?
Sea como fuere, Marc no volvió a ser visto en su
pequeño refugio. Solo un susurro, un latido inaudible, impregnaba de magia la
soledad de aquel tranquilo bosque.
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