14 jun 2018

El meditador


Imagen de Internet 


Pasado, presente y futuro… Todo se mezcla para formar un laberinto de recuerdos y fantasías del que nuestra mente es el único dueño. Un abanico de delirios que nos domina sin descanso para dar un sentido lineal a nuestras vidas.
Así se sentía Marc; joven para saber demasiadas cosas y viejo para poder pintar más ilusiones en su vida.
Marc, que moraba en una modesta cabaña, alejada de cualquier distracción proveniente del mundo material, meditaba sin descanso en la profundidad del tiempo y de la mente. Se sumía en largas visiones sobre un mundo creado por la suma de fraudulentas realidades fabricadas por un ego, por una individualidad, que verdaderamente no existe.
Marc, que a lo largo de los años se había dado cuenta de lo absurdo de este mundo, se concentraba diariamente en encontrar una salida dentro de la trampa de la mente. Una ventana abierta hacía algún lugar que no fuese él mismo.
Pero esta importante tarea, que en muchas ocasiones se tornaba ardua y agotadora, empezó a verse interrumpida por un extraño sonido que parecía ser un susurro que se colaba entre los árboles del bosque dónde Marc realizaba sus sesiones.
Estoy demasiado cansado – Solía decirse – El agotamiento me confunde.
Pero el susurro se hacía cada vez más intenso, y cuando abría los ojos, desaparecía, se esfumaba como un sueño al despertar.
Una tarde, en la que la Luna se había hecho presente antes de tiempo, Marc se propuso encontrar el origen del misterioso susurro. Cerró sus ojos, se concentró en su respiración, se imaginó así mismo relajado y en paz, y se sumió en un estado vacuidad que muy poca gente es capaz de lograr… y ahí estaba de nuevo, el susurro.
Quizá me esté quedando dirimido – pensaba –Quizá  no sea más que un sueño.
Abrió los ojos y desapareció.
Miro alrededor, pero era difícil identificar de dónde provenía el sonido, ya que parecía hacerse eco por todas partes.
Volvió a cerrar los ojos y a buscar la claridad de su mente. Respiró, se concentró y sitió como el aire entraba y salía por sus fosas nasales.
El susurro empezó a oírse en algún lugar entre los árboles. ¿Qué decía? ¿Qué susurraba? Marc no lograba distinguir palabras concretas, solo un hilo de voz.
Sin abrir los ojos, decidió levantarse y buscar a tientas el origen del murmullo. Palpaba los árboles, las flores, el musgo…Temió pisar a alguna criatura en su ceguera.
De repente, al sentir el contacto directo de todo lo que tocaba, se dio cuenta de la belleza y solidez que tenía todo lo que le rodeaba. Se percató de un mundo desconocido hasta ahora, de una realidad alejada del engaño de la vista.
El susurro se hizo ahora mucho más fuerte, más intenso y audible. Era como un latido constante, como un corazón enorme que latía por todas partes.
Se dio cuenta el meditador de que aquel sonido era el ruido de la vida, del universo, de él mismo, y de que él formaba parte de todo al igual de que todo formaba parte él.

Los que fueron en su busca nunca le encontraron. Pensaron que había muerto, pero no hallaron cuerpo alguno por los alrededores.
Aquellos que meditaban como él, llegaron a la conclusión de que Marc había conseguido por fin escapar de su mente, pero, ¿qué significaba eso? ¿La muerte? ¿Y qué era la muerte?
Sea  como fuere, Marc no volvió a ser visto en su pequeño refugio. Solo un susurro, un latido inaudible, impregnaba de magia la soledad de aquel tranquilo bosque.

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