Alzó la cabeza y le miró a los ojos. Quería ser valiente, quería decirle que aquello no le parecía bien, pero no lo hizo. No pudo. Agachó de nuevo la mirada y frunció el ceño en señal de derrota.
El hombre, que ni siquiera había visto el osado amago de Amy, continuaba torturando a su prisionero, en busca de una respuesta que nunca le daría, porque no la sabía.
Amy, observaba horrorizada como las heridas del preso sangraban abundantemente, dejando una mancha escarlata en las sucias baldosas del suelo. Era como si el color de la vida empezara a apagarse, disolviéndose al perder contacto con el cuerpo que lo contenía.
Amy sabía que, una vez acabase la tortura, si sobrevivía, tendría que curarle las heridas. Tendría que mirarle a los ojos y explicarle sin palabras por qué no le había ayudado.
“Sólo soy una enfermera” Le diría “Si te ayudo, podrían matarme”.
¿Le hubiera ayudado el prisionero a ella, si se encontrase en su misma situación? Amy nunca conocería la respuesta, pero sí sabía que ella no había sido capaz de detener aquella tortura, al igual que muchas otras.
“Yo no soy valiente” Se dijo a sí misma. Y cerró los puños mientras observaba impotente como la vida del preso se escapaba ante sus ojos.
El hombre, que ni siquiera había visto el osado amago de Amy, continuaba torturando a su prisionero, en busca de una respuesta que nunca le daría, porque no la sabía.
Amy, observaba horrorizada como las heridas del preso sangraban abundantemente, dejando una mancha escarlata en las sucias baldosas del suelo. Era como si el color de la vida empezara a apagarse, disolviéndose al perder contacto con el cuerpo que lo contenía.
Amy sabía que, una vez acabase la tortura, si sobrevivía, tendría que curarle las heridas. Tendría que mirarle a los ojos y explicarle sin palabras por qué no le había ayudado.
“Sólo soy una enfermera” Le diría “Si te ayudo, podrían matarme”.
¿Le hubiera ayudado el prisionero a ella, si se encontrase en su misma situación? Amy nunca conocería la respuesta, pero sí sabía que ella no había sido capaz de detener aquella tortura, al igual que muchas otras.
“Yo no soy valiente” Se dijo a sí misma. Y cerró los puños mientras observaba impotente como la vida del preso se escapaba ante sus ojos.
La historia de Irena sendler me ha inspirado para escribir este pequeño relato. Irena fue una mujer valiente, muy valiente, que salvó a más de 2500 niños judíos del Gueto de Varsovia, poniendo su propia vida en peligro.
A los que no conozcáis su historia, os invito a que la leáis en este enlace. Sin duda, nos dejará indiferentes.
http://es.wikipedia.org/wiki/Irena_Sendler