Imagen de internet
El cielo nocturno se había pintado de estrellas y Ernesto recordó la última vez que plasmó un deseo en uno de aquellos luceros titilantes. Cerró los ojos y se entristeció al pensar que no se había cumplido.
Detrás de él, acariciando su hombro, la impalpable joven emergió de entre las sombras.
-Escuché tu deseo – le susurró al oído – pero si lo cumplo, se desvanecerá tu ilusión. El deseo solo existe mientras no lo alcances. Esa es la magia.
Ernesto abrió los ojos y sintió una calurosa brisa en su cogote. Supo entonces que su anhelo mantenía lúcida su esperanza.
-Escuché tu deseo – le susurró al oído – pero si lo cumplo, se desvanecerá tu ilusión. El deseo solo existe mientras no lo alcances. Esa es la magia.
Ernesto abrió los ojos y sintió una calurosa brisa en su cogote. Supo entonces que su anhelo mantenía lúcida su esperanza.
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