8 ago 2011

La foto de Melissa

Vinuesa, Soria


En la provincia de Soria, al pie de los Picos de Urbión, se halla un hermoso pueblo llamado Vinuesa.
Muchos conocen esta localidad, de paraje espectacular y calles dotadas de un encanto que ya no existe en los pueblos modernos. Es como adentrarse en el pasado, como recorrer un mundo escondido, libre de la destrucción humana.
Pero la gente que visita este pequeño pueblo, es ajena a la presencia de Melissa. Nadie parece percatarse de que, a veces, permanece sentada en un frío banco de piedra, observando con sus ojos grises, meditando, susurrando palabras que nadie puede oír…
Tampoco parecen verla cuando sale a regar las hermosas flores de su patio, en la vieja casa de piedra, o cuando pasea sola al caer la tarde…
Es como si Melissa se desvaneciese ante los ojos de los demás…
Sin embargo, aquellos turistas que buscan una bonita foto retratando la fachada de la vieja casa de piedra, se encuentran con la imagen de una mujer sentada en el muro del jardín. Una mujer que posa triste, afligida…
Nadie sabe que se trata de Melissa.



Vinuesa, 1983

Aquella foto era perfecta: Marcos, rodeando la cintura de su mujer, posando sonriente delante de una bella casa de piedra, posiblemente, muy antigua.
Dio las gracias al lugareño que había accedido a inmortalizarles y comprobó apenado que ya sólo le quedaba una foto en el carrete. Con lo bonito que era aquel pueblo… ¿Tendría tiempo de comprar otro?
Sin embargo, la mujer de Marcos, parecía no estar disfrutando tanto como él. Estaba triste, sería, sonriendo forzosamente cada vez que la enfocaba la cámara. Era como si aquel lugar le trajera pesar en vez de alegría.
- Sólo queda una foto – dijo Marcos – Te la haré a ti, junto a la casa.
Su mujer puso cara de fastidio.
- Estoy cansada, no me encuentro muy bien. ¿Por qué no vamos a tomar algo?
Haciendo caso omiso a las quejas de su esposa, Marcos apuntó su cámara y encuadró el paisaje tal y como a él le gustaba: la casa de piedra a lo lejos, haciendo de escenario natural, como si fuera una maqueta. Su mujer, ligeramente sentada sobre el muro del jardín, y aquella anciana vestida de luto, asomando su cabeza por el rellano de la puerta principal…
Apretó el botón y disparó por fin la última foto, no sin extrañarse de la repentina presencia de la mujer mayor, que hacía tan solo un segundo, no estaba allí.
Pero no fue eso lo que más inquietó a Marcos…
Al apartar la cámara de su rostro, comprobó que su mujer ya no se encontraba posando en el muro del jardín. El lugar que había ocupaba estaba de repente vacío, desolado. Era como si la cámara se la hubiera tragado…
- ¿Melissa? – susurró Marcos con una voz quebradiza, casi asustada - ¿Melissa?
Pero Melissa, su esposa, ya no estaba, había desaparecido…

Sin encontrar una explicación a lo que había sucedido, Marcos tuvo que marcharse de Vinuesa después de una semana de incasable búsqueda. Nadie supo nada de Melissa, y poco a poco, los habitantes del pueblo se fueron olvidando de aquel extraño suceso.
Sin embargo, Marcos no pudo apartarlo de su mente, y el recuerdo de ese día casi lo lleva a la garras de la locura, pues cuando reveló la última foto que le hizo a su mujer junto a la casa de piedra, descubrió horrorizado que no era Melissa la que posaba, sino la anciana que había irrumpido en el objetivo; y asomando la cabeza en el rellano de la puerta, estaba Melissa…
Era como si hubiesen invertido…
¿Qué significaba aquello? ¿Qué había ocurrido? Marcos nunca tendría una respuesta, pero sí tuvo la seguridad de que su mujer estaba en aquella casa de piedra.