19 mar 2014

Con los brazos en mi regazo



Con los brazos apoyados en mi regazo, me pregunto cuánto tiempo ha pasado…, cuando fue la última vez que toqué tu rostro, que abracé tu cuerpo, que crucé mis ojos con los tuyos…
Con los brazos apoyados en mi regazo, evoco tu imagen en un algún rincón de mi mente, de mis pensamientos, de mi imaginación… Y como una inmortal llama, veo tu aura brillar sobre mi cabeza, detrás de mí, cuidándome, asustando al vendaval que en ocasiones sopla con fuerza.
Con los brazos apoyados en mi regazo, recuerdo que anoche soñé contigo. Me acompañabas en mi camino hacía el encuentro de una esperada nueva. Velabas en mi onirismo para no perderte la señal de un nuevo acontecimiento.
Estabas ahí, a mi lado.
Con los brazos apoyados en mi regazo, te mantengo en mi corazón con una simple sonrisa, con la complicidad de quien sabe lo que nadie sabe, con la certeza de que todo está ahí aunque no veamos nada, con la certidumbre de quien todo sabe pero casi nada recuerda.

Con los brazos apoyados en mi regazo, imagino las miles de estrellas que colorean el firmamento, y veo como una de ellas lleva tu sello, tu esencia, tu identidad... Y entonces, cuando miro al cielo, te veo formar parte de mi mismo universo.

6 mar 2014

Pensamientos




Aquel día lucía el sol con mucha viveza.
Un pequeño gorrión, posado sobre un viejo tejado, parecía mirar a la mujer a través del cristal de la ventana. Movía su diminuta cabeza de un lado a otro, como si quisiera saber en qué pensaba ese ser que para él era tan distinto.
Pero la mujer no estaba pensando, permanecía en trance, sumida en la nada. Su mente volaba entre dudas y sentimientos enfrentados. Sus ojos no enfocaban el paisaje que tenían delante, simplemente, no estaban allí. Se habían ido.
Y en qué pensaba la mujer era lo menos importante. No interesaba la respuesta al motivo de aquella ausencia. Lo que realmente asombraba era que en ese momento, en algún lugar del mundo, otra persona experimentaba la misma sensación de vacío, y si nos fijábamos bien, podíamos encontrar a muchos más seres con la mente fuera de sus cuerpos.
No era pues, un hecho aislado. La mujer no se encontraba sola en su incertidumbre. Pero ella no era consciente de ello, y tampoco le importaba.
Y el gorrión, que piaba contento desde el viejo tejado, se alegraba de ser un pequeño pájaro. Sin saber qué significaba aquello, qué significaba estar allí, simplemente gozaba de estar vivo.